Cómo Miles Morales cambió el universo del Hombre Araña
por Víctor Lavalle
En honor al reciente Día de San Valentín, The New York Times Style Magazine les pidió a cinco escritores que hicieran una carta de amor a un actor o personaje ficticio que esté nominado este año a los Premios Oscar. El escritor Victor LaValle comparte una carta dirigida al personaje de Miles Morales, de Spider-Man: un nuevo universo, nominada en la categoría de mejor película animada.
Querido Miles:
Mis hijos creen que eres genial, pero soy yo quien te ama. Tengo 47 años, mi hijo, 7 y mi hija, 5, pero, al final de Spider-Man: un nuevo universo, yo fui el único que se quedó sentado, llorando. En la película pareces un adolescente, pero en realidad apenas tienes ocho años; fue en 2011 que dos creadores de Marvel Comics —la artista Sara Pichelli y el escritor Brian Michael Bendis— te dieron vida. Ya era hora de que existieras en medio del mar de personajes caucásicos que era –y aún es– la industria de los cómics. Sé que esto es un poco meta, pero tenía muy presente esa historia cuando terminó la película.
Mientras tanto, mi hijo y mi hija no se daban cuenta: estaban demasiado ocupados jugando a que eran invisibles o a que podían colgarse de telarañas en el vestíbulo del Cine Magic Johnson. Los vi jugar y pensé en mí mismo a su edad. Ya sé, ya sé, nada es más aburrido que escuchar a un adulto que habla de cómo eran las cosas “en el pasado”. Pero de cualquier forma lo haré, así que puedes revolear los ojos de una vez.
Cuando crecí adoraba a Peter Parker, me identificaba con él. Como él, soy un chico de clase trabajadora proveniente de Queens y no me criaron en una “familia tradicional”, lo que sea que signifique ese término. Pero Peter Parker era “el chico de al lado” y yo no. Lo sé porque en el mundo de los cómics —el único mundo que me importaba en ese entonces— un chico que lucía como yo jamás vivía al lado. Daniel, el travieso podía entrar a la casa de su vecino y a las audiencias televisivas les parecía encantador, lindo. No obstante, un niño de tez morena que entra a una casa ajena sin tocar a la puerta jamás ha sido considerado adorable en Estados Unidos.
Lo cual me hace pensar otra vez en ti, Miles.
Me encantó tu película desde el inicio, pero fue particularmente emocionante verte caminar a tu escuela con uniforme y pasar por donde estaban tus viejos amigos en una cancha de baloncesto en Brooklyn. Conocía ese recorrido porque yo mismo lo hacía en mi niñez. Me quedé sin aliento porque, finalmente, ahí estabas: el chico de al lado. Excepto que esta vez, eras el niño que sí vive al lado de mi casa.
Ya mencioné que mis hijos disfrutaron muchísimo la película, pero no tuvieron la misma reacción tan emocional y profunda. Al principio me sentí ofendido de que no fuera el caso, así que me senté con ellos a explicarles la larga y problemática cronología de los cómics estadounidenses. Superman tuvo que asimilarse para que lo aceptaran; la Mujer Maravilla comenzó, en parte, como un personaje para hablar del fetiche de sometimiento sexual. Y Luke Cage, que se volvió famoso hace poco gracias a su serie de Netflix (ahora cancelada), solía hablar como un personaje salido de una película de acción barata con actores negros como si lo hubiera escrito un programa de software de ese género de blaxploitation.
Mis dos hijos asentían mientras les contaba todo eso, pero no me estaban escuchando. Yo era el que necesitaba recordar todo eso. Pasé 39 años sin ti, pero has sido parte de la imaginación de mis hijos toda su vida. Ellos no se pusieron emotivos porque, para ellos, un Spider-Man afrolatino con una mata de hermoso cabello rizado ya es común. No es la gran cosa. Otras personas quizá den por sentado que tienen el rostro de un superhéroe y me alegra que mis hijos se sientan así. Yo pasé mucho tiempo sin poder sentir eso; mis grandes sentimientos hacia ti muestran cuánto lo necesitaba.
Así que me disculpo si en las comidas y reuniones familiares tienes que soportar tíos y tías que te abrazan muy fuerte y se ponen un poco nostálgicos cuando estás cerca. Simplemente estamos muy orgullosos de ti. Perdónanos. O no. No me importa.
Igual te abrazaremos.
Con amor,
Tu tío Victor
***
Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.
Víctor Lavalle
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