Las diez mejores series de 2018
por Jorge Carrión
Cada año que pasa es más difícil hacer una lista de las mejores series del año, porque la producción se ha multiplicado exponencialmente y se ha vuelto global, de modo que es casi imposible no ya verlas todas, sino simplemente ver las más interesantes.
Por tercer año consecutivo (aquí puedes leer los artículos de diciembre de 2016 y 2017) presentamos una selección de las que podrían ser las diez series más representativas de este año que se acaba. Como novedades se puede destacar que por primera vez incluimos docuseries y una producción iberoamericana.
[Alerta: en este artículo no hay ninguna comedia, porque se rumorea que su autor no tiene sentido del humor]
10.-Counterpart (Starz)
Creada por Justin Marks y protagonizada por J.K. Simmons en el papel de un cenizo burócrata llamado Howard Silk, que un día descubre que su alter ego es un tremendo agente secreto, Counterpart es una serie que hibrida el relato de espionaje con la ciencia ficción de universos alternativos, imaginando una suerte de muro de Berlín subterráneo por cuyo paso fronterizo cruzan los agentes y diplomáticos de una realidad gemela a la otra (secretas ambas para el común de los doblemente mortales).
En su primera temporada el complot o las diferencias sociopolíticas y tecnológicas entre ambos mundos se vuelven, capítulo a capítulo, un sofisticado pretexto para explorar las sutilezas del amor, de la bondad, del cinismo o de la maternidad, a través de los personajes bifurcados en dos versiones de ellos mismos.
En el séptimo, su mejor episodio, esa indagación nos conduce en forma de retrospectiva a los años noventa, para que veamos la evolución de una agente que fue adiestrada desde niña para infiltrarse algún día al otro lado del espejo. En la mayoría de las series actuales hay un fuerte acento emocional, cuya máxima expresión tal vez sea This is Us, una de las dos grandes herederas de Lost —tanto por su estructura temporal como por su énfasis en el pathos— junto con Fringe, que apostó por actualizar el tema del doble tanto con personajes como con mundos y es la madre de Counterpart.
9.-The Fourth State (Showtime)
Para bien o para mal, Estados Unidos sigue siendo central en el imaginario global. Por eso Donald Trump eclipsa a otros presidentes tan turbios y peligrosos como él, desde Vladimir Putin hasta Jair Bolsonaro. The Fourth State es la mejor serie documental que se ha filmado sobre Trump, aunque en ella el multimillonario y político sea más el hilo conductor que el foco del relato. El foco es el diario The New York Times, que —de pronto y contra todo pronóstico— tiene que enfrentarse a la cobertura de una presidencia que considera al periodismo como un enemigo de la democracia (y no como lo que debe ser: su principal aliado).
En cuatro capítulos conceptualmente trepidantes, la realizadora Liz Garbus tiene acceso directo tanto a los reporteros estrella como a los directores de las sedes de Nueva York y de Washington. Escuchándolos y siguiéndolos no solo entendemos mejor los retos que acomete el país durante la que podría ser la peor presidencia de su historia, sino también los desafíos del periodismo en el siglo XXI (la transformación digital, los problemas laborales, la igualdad de género, las redes sociales o la incompatibilidad entre vida familiar y entrega total a una profesión muy demandante).
8.-Succession (HBO)
Me imagino a Jesse Armstrong, el creador de Succession, reunido con su equipo de guionistas en el bar de un hotel de playa. Tras el sexto martini seco, a alguien se le ocurre preguntar: ¿y si mezclamos The Office con El rey Lear? Estalla una gran carcajada. Los rostros se van enfriando. Y comienzan a decir sí, sí, sí, con la cabeza. Porque esa es exactamente la fórmula de la serie más rara y por momentos incómoda de 2018 (si me lo permite Killing Eve).
El argumento es el de la obra de Shakespeare —y el de tantas telenovelas—: un malvado y vigoroso anciano multimillonario, Logan Roy, tiene que decidir qué hace con su imperio económico cuando acusa los primeros síntomas de la senilidad, y sus cuatro hijos, Kendall, Connor, Shiv y Roman, empezarán a conspirar para encontrar su lugar en el reino que se avecina, ya sin monarca.
Pero en paralelo a esa historia de sucesión, encontramos varias tramas, ubicadas sobre todo en oficinas y en interiores de apartamentos, que por su humor ambiguo recuerdan a The Office (cuya primera temporada sin duda hubiera estado en las listas de mejores series de 2001, si en aquellos años se hubiera popularizado ya este tonto formato periodístico). El resultado es una memorable serie tragicómica que se burla hasta lo indecible de los hijos de papá.
7.-El cuento de la criada (HULU)
A medida que pasan los meses, mi opinión sobre la segunda temporada de El cuento de la criada es cada vez menos favorable, a tal punto que si escribiera este artículo en enero o en febrero, tal vez habría desaparecido de la lista. Pero en estos momentos la arriesgada apuesta de Bruce Miller por el terror psicológico me sigue pareciendo ganadora.
En la primera temporada de la adaptación de la novela de Margaret Atwood nos encontramos con una ficción distópica; pero en esta segunda, el género predominante es el del terror, con largas escenas que nos han torturado como ningunas otras de la televisión reciente. La dirección artística, el vestuario, la fotografía y las interpretaciones —lideradas por la extraordinaria Elisabeth Moss— continúan en el nivel de excelencia de la galardonada primera temporada. La expansión narrativa hacia las colonias y hacia Canadá también está brillantemente resuelta.
Pero el capítulo final me sigue pareciendo muy discutible. Como nos explicaron Jordi Balló y Xavier Pérez en Yo ya he estado aquí, una vez que una serie ha creado un mundo se vuelve esclavo de él; pero insistir en la claustrofobia de Gilead durante diez temporadas me parece insostenible. A ver si sobrevivimos a la tercera.
6.-Fauda (Netflix)
Desde The Kingdom, de Lars von Trier, y Twin Peaks, de Mark Frost y David Lynch, las series de televisión han generado miles de universos podridos. Mundos de ficción violentos, oscuros, distópicos. Fauda radicaliza esa tendencia hegemónica, por ser una producción israelí: esa esquizofrénica realidad ha alimentado durante décadas una violencia cotidiana que lo contamina todo, que todo lo pudre y oscurece.
Creada por Lior Raz y Avi Issacharoff a partir de sus experiencias en la unidad Duvdevan del Ejército de Israel, la primera temporada fue escrita por Moshe Zonder y dirigida por Assaf Bernstein; mientras que esta segunda ha sido, en cambio, enteramente escrita por Amir Mann y dirigida por Rotem Shamir. Aunque el equipo creativo sea hebreo, en el elenco abundan los actores de origen árabe.
En su segunda entrega los protagonistas, un equipo de las fuerzas especiales de Israel formado por agentes que hablan indistintamente en los dos idiomas principales del país, conocen a fondo la cultura palestina y pueden infiltrarse con facilidad en los Territorios Ocupados; sus antagonistas, miembros de Hamás y del Estado Islámico, llevarán a sus últimas consecuencias una lógica enferma del asesinato político y de la venganza. El terrorismo de Estado se iguala al terrorismo sin Estado. La serie, binacional y bilingüe, aunque finalmente israelí, retrata el sinsentido de una guerra que solamente produce más guerra. Tras toda esa tortura, mentira y muerte, en la tercera temporada seguro que todo irá a peor.
5.-Wild Wild Country (Netflix)
Wild Wild Country ha logrado algo que tal vez ninguna serie documental había conseguido hasta ahora: ser tendencia y conversación mundial.
El proyecto de Maclain y Chapman Way se apoya en dos pilares poderosos: por un lado, horas y horas de grabaciones en vídeo de la vida cotidiana en la comunidad que Osho y sus cómplices regentaron durante los años ochenta en una recóndita localidad de Estados Unidos donde conviven la meditación dinámica con las discotecas, la vida utópica con la videovigilancia, el turismo espiritual con las milicias de autodefensa; y por el otro, las entrevistas en el presente tanto a los vecinos ancianos de aquel pueblecito de Oregón, que de pronto vieron llegar a miles de jóvenes descalzos a una de las fincas del condado, como a los líderes supervivientes de aquel desaguisado, con la magnética Sheela en su centro. Es ella, y no Osho, quien protagoniza la serie.
No podría ser de otro modo en la tercera edad de oro de la televisión, siempre fascinada por los sociópatas, psicópatas y compañía. En cinco capítulos perfectos —y un sexto inexplicablemente diseñado como collage de videoclips— Wild Wild Country nos muestra la transición entre el movimiento hippie y la industria de la felicidad. Un gran documento.
4.-Fariña (Antena 3 / Netflix)
Acostumbrados a los narcotraficantes colombianos y mexicanos de Narcos o Breaking Bad, los gallegos de Fariña nos podrían haber parecido descafeinados.
No asesinan; no ponen bombas; ni siquiera se traicionan brutalmente entre ellos. La historia de cómo un puñado de contrabandistas de tabaco se convirtió, durante la década de los ochenta, en una mafia que llegó a controlar la entrada a Europa de la mayor parte de la droga americana, sin embargo, consigue seducirnos mediante viejos argumentos desnudos de tiros en la nuca: el joven ambicioso que medra gracias a su determinación y a su ingenio; el investigador enfermo que no cesa en su empeño de vencer al mal; la extranjera que inocula en la comunidad tradicional ideas y costumbres distintas; el clan familiar como ecosistema conflictivo y las dificultades para mantener alianzas entre varios clanes, o el paso del caudillismo a la democracia.
Al contrario que en The Wire, Narcos, El Chapo, Breaking Bad y tantas otras series sobre narcotraficantes, en Fariña los jóvenes no acaban cometiendo parricidio. En Galicia, pese a los cambios, perviven los valores tradicionales. Esta ficción basada en hechos reales demuestra que se pueden conquistar públicos a través de la excelencia, sin necesidad de masacrar.
3.-Il miracolo (SKY)
Después de Gomorra y de The Young Pope, Il miracolo se puede leer como la síntesis de las dos grandes series italianas de los últimos años. Porque la obra del escritor y director Niccolò Ammaniti enfrenta la realidad sociopolítica con la metafísica, a través de una institución tan emblemática como la Mafia o el Vaticano: la presidencia de la República.
La historia tiene un detonante extraordinario: una virgen de plástico que llora sangre aparece en el sur del país y es trasladada a un almacén secreto de la capital. El presidente, por supuesto, no sabe cómo gestionar esa pequeña crisis que pone en jaque a la entera realidad.
Drama familiar, ficción política, relato realista con un único elemento sobrenatural, Il miracolo radiografía las contradicciones de sus personajes en el contexto de un país que no resuelve sus tensiones fundamentales: la del Estado con la Iglesia y la de las ciudades con el campo. Y confirma a Italia como una nueva potencia en la producción de series de alta gama (junto a España o Canadá, y en franca competencia con las tradicionales Gran Bretaña, Israel o los países nórdicos).
2.-The Good Fight (CBS)
Dentro de algún tiempo los historiadores analizarán en paralelo la presidencia de Trump y la serie The Good Fight y no darán crédito de cómo esta ficción supo acompañar, comentar y cuestionar en tiempo real los diversos movimientos del presidente estadounidense, de sus escindidos aliados republicanos y de sus desorientados opositores demócratas.
Pero más allá de los casos concretos —sobre visas y migración y prostitutas rusas y posibles juicios políticos—, lo que esta segunda temporada de la serie ha conseguido recrear es una atmósfera imposible. Una atmósfera paranoica. Un ambiente tragicómico. Una realidad carnavalesca que camufla un horror insoportable (y que convierte la serie, sí, en una casi comedia).
Porque en gran parte de los capítulos, más allá de alguna carcajada puntual, estás siempre con una sonrisa en la boca que en cualquier momento se deshace en indignación o en tristeza. Así, en esta serie muy entretenida y muy inteligente, el matrimonio King inyecta grandes dosis de ironía y de sarcasmo en la preocupante realidad estadounidense, a modo de balones de oxígeno para sobrevivir.
1.-Better Call Saul (AMC)
Pocas veces las segundas partes fueron mejores que las primeras y, sin embargo, eso es lo que está ocurriendo con las que podrían ser las dos mejores series de este 2018: The Good Fight (secuela de The Good Wife) y Better Call Saul (precuela de Breaking Bad).
La segunda obra maestra de Vince Gilligan y Peter Gould se centra en las miserias de Mike, el expolicía que comienza a colaborar con el poderoso e implacable narcotraficante Gustavo Fring, y —sobre todo— en las de Jimmy McGill, el timador aficionado y abogado de mediopelo que se resiste a asumir su vocación ilegal. Si durante las tres primeras temporadas el pulso con su hermano, el ejemplar Chuck McGill, provocó algunas de las escenas más sutiles y memorables de la historia de la televisión; en esta cuarta el duelo es explorado con una ambigüedad sublime, que conduce a la transformación de Jimmy en el Saul Goodman del futuro.
The Good Fight y Better Call Saul tienen otra característica en común: sus creadores no están recibiendo por sus nuevas propuestas los grandes premios de la industria televisiva que sin duda merecen. Pero sus telespectadores les agradecemos todas esas horas de ficción ácida, inteligente, inolvidable.
[Seguro que para muchísimos lectores también podrían estar en la lista de las diez mejores series de 2018 estas otras diez —sí, seguimos sin comedias, por el motivo ya mencionado—: Bron Broen, The Americans, The Haunting of Hill House, The Deuce, Trust, Bodyguard, Sharp Objects, The Terror, Wanderlust y Killing Eve (que son comedias extrañas, pero comedias al fin y al cabo, pedimos perdón por la contradicción)]
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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.
Jorge Carrión
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