Rolando J. Carmona, curador de Caracas Reset: “Transformar el duelo en victoria”

por Cristina Raffalli

16/06/2018

En la Rue La Fayette del décimo distrito, uno de los puntos más vivos del cosmopolitismo parisino, tuvo lugar durante tres días de mayo el evento Caracas Reset, primera edición de una idea ambiciosa por la cual responde el curador venezolano Rolando J. Carmona.

El caos político y cultural venezolano fue el centro de concepción alrededor del cual se dio forma y fondo a Caracas Reset, en la obra y las voces de artistas, arquitectos e investigadores de varias disciplinas que confluyeron en la programación. Una exposición colectiva y un ciclo de conferencias materializaron las ideas de la curaduría.

La sede de Caracas Reset no fue un azar, pues el espacio conocido como La colonie, fundado por Kader Attia (artista francoargelino) se caracteriza por ofrecer una programación que favorece a “la creación artística e intelectual de las minorías, las historias silenciadas”. La colonie sigue un modelo de autogestión y se financia gracias a los réditos provenientes del bar que ocupa el centro de los espacios de este local de más de 200 metros cuadrados repartidos en varios niveles. Para Attia, su director, es importante “entender que si el sistema no te ayuda, tendrás que empoderarte y construir tu propio nicho de resistencia, entonces, en la medida de lo posible, conectarlo con otros nichos de resistencia. Y liberarte del yugo de la gran narrativa oficial nacional para reapropiarte y escribir tu propia historia, exponer tu visión de las cosas”.

La exposición estuvo conformada por obras de: Juan Loyola, Yucef Merhi, Beto Gutiérrez, Ana Alenso, Erika Ordosgoitti, Efraín Ugueto, Bernardita Rakos, Juan Carlos Rodríguez, Iván Candeo, Deborah Castillo, Sandro Pekeno, Raúl Rodríguez, Linda Philips, Vincent + Feria, Pedro Morales, Armando Ruiz, Antonio Briceño, Mariana Bunimov, Marco Montiel Soto, Argelia Bravo, Hugo Palmar, Lucía Pizzani, Jaime Gili, Enrique Moreno, U- TT, Teresa Mulet, Nayarí Castillo, Milton Becerra, Miguel Bracelli, Rolando Peña, Julia Zurilla, Sandra Vivas, José José, Luis Poleo, Carlos Salazar Lermont, Clemencia Labin. La gran mayoría de estos trabajos fueron mostrados a través de videos en dos proyectores que compartían la sala con otras obras que sí estaban físicamente presentes. Una de ellas, la de Jaime Gili, fue especialmente concebida para esta exposición.

Conferencistas de primera conformaron varios encuentros temáticos con muy buena participación de público, tanto venezolano como francés y de otras nacionalidades. En ellos participaron Elizabeth Burgos, Paula Vásquez, María Luz Cárdenas, Fabiola Velasco, Kiko Villanueva, Alfredo Brillemboug, Alejandro Haieck, Lourdes Penaranda, Yucef Merhi, Nayarí Castillo, Iván Candeo y Yesica Gonzales. A través de un video se hizo presente el imprescindible Nelson Garrido.

¿Cómo surgió la idea de Caracas Reset?

Es una estrategia para sublimar la tragedia y cerrar el duelo, asumiendo al país con otra postura. Formo parte de la primera generación de la diáspora, una generación casi invisible que creció sin instituciones culturales, sin becas, sin publicaciones y que se vio obligada a emigrar. Los que salimos escapando a la debacle hemos pasado al menos cinco años de duelo. Aprendimos a vivir en silencio, con la obra creciendo hacia el interior. Estamos preocupados por resolver problemas esenciales como casa, comida y un documento de residencia. Pensé que era necesario reunirnos, pegar nuestros pedazos de país y recontar juntos nuestra historia.

Caracas Reset​ comenzó como una pequeña proyección de videos. Después surgieron las conferencias. Entendí que era pertinente explorar el capital intelectual de la diáspora y generar una plataforma de visibilidad para algunas experiencias claves de los últimos 20 años.

¿Cuánto tiempo tomó desde su concepción hasta su inauguración?

Cuatro meses. Pero la idea de generar un proyecto sobre creación actual en Venezuela ronda mi cabeza desde hace un tiempo, inclusive en la feria de Marbella, con el apoyo de MAëlle Galería y Alejandro Zaia, traté de montar algo. Pero definitivamente una feria de arte no es el lugar para hablar de políticas culturales y países en ruinas.

¿Por qué ese nombre? ¿Qué hay tras “Caracas Reset”?

Han pasado 20 años. Se nos ha ido la vida en lamentos. Sabemos que la oposición falló y no es llorando a Sofía Imber que vamos a construir algo. Ese proyecto de alta cultura moderna también colapsó. Es momento de hablar, de cambiar el chip y fortalecer estrategias de acción. Es momento de reinventarnos y transformar el duelo en victoria. Como me aconsejó una trans caraqueña en una noche de despecho: “¡Resetéate, papi!, ese país que lloras ya está muerto». Gran parte de las obras y conferencistas involucrados en este evento guardan un espíritu común frente a la crisis. Para decirlo de forma metafórica: construimos castillos de cristal sobre nuestros muertos.

Háblanos un poco sobre La Colonie y cuéntanos por qué elegiste este espacio.

Sigo el programa de La colonie ​desde su creación. Admiro su perfil. Es un espacio necesario en la​ guerra silenciosa que vive el París contemporáneo. Ellos se han convertido en la mejor estrategia de conciliación entre el mundo árabe y la cultura francesa. Después de los atentados todavía existen franceses que se preguntan cómo llegamos a las masacres. La colonie​ nos está susurrando la respuesta.

A finales de año me enteré de que el Palais de Tokyo​ organizaba un evento sobre arte latinoamericano donde​ no estaba incluida Venezuela​. Contacté a los curadores, se me cruzaron los cables cuando escuché sus​ argumentos para justificar la ausencia: la inexistencia de registros actuales sobre videoarte en el país y, de una manera solapada, insinuaron que no era el momento para hablar de nosotros, lo mismo me había pasado hace años con la red de Conceptualismos del Sur. Luego de recibir varias negativas, me cargué de valor y decidí tocar las puertas de La Colonie​. Tenía la​ convicción de que Kader Attia​ era una persona con la empatía necesaria para aceptar un​ proyecto artístico sobre Venezuela. Así fue.

Era el lugar perfecto del París contemporáneo para abordar estos temas. Cuando vives en Europa, te das cuenta de que la creación contemporánea venezolana es un terreno desconocido. Todos han escuchado de Chávez o Maduro, pero nunca se habla de lo que está pasando en el arte y cuáles son las estrategias de resistencia que se han generado en nuestra comunidad artística.

¿Qué criterios guiaron la curaduría?

De entrada quiero aclarar que esto es un proyecto colaborativo. No existió nunca un guion cerrado. En la exposición traté de contactar obras que tuvieran contenido político sin ser panfletarias. También traté de involucrar a artistas claves de la diáspora. En la selección de conferencias busqué propuestas que dieran pistas para comprender lo que nos ha pasado. Experiencias que muestran caminos posibles. Clemencia Labin con La Velada, Lourdes Peñaranda con el MACZUL, Alejandro Haiek en la arquitectura colaborativa, Nayarí Castillo con sus proyectos urbanos para inmigrantes, Brillembourg trastocando los incrustados valores modernos de la arquitectura, Kiko Villanueva independiente y apostando por el mundo editorial.

En el proceso de selección de videos, contacté a diferentes amigos curadores confrontando mi criterio sobre las obras ícono del período en cuestión: Gerardo Zavarce, Fabiola Arroyo, Érika, Constanza de Rogatis, Susana Quintero. Casi todos coincidimos en la misma lista. Luego completé con artistas que, desde mi punto de vista, eran claves: Yucef Merhi, Argelia Bravo, Nayarí Castillo, las investigaciones de UTT sobre la Torre de David y algunos personajes importantes a la hora de dar contexto histórico, como Rolando Peña, Juan Loyola o el documental Pozo Muerto de El techo de la ballena.

En paralelo traté de abrir espacio a los artistas que viven en Francia, que no forman parte de la diáspora, pero raramente exponen en París, como Mariana Bunimov, Milton Becerra y el Colectivo Vicent + Feria.

Para la clausura quería algo festivo y sofisticado, sin caer en los clichés de la música sinfónica o popular. Aerea Negrot era perfecta para esto. Ella representa el underground Europeo y, como trans originaria de La Guaira, también es ícono de esa Caracas alternativa y efervescente de los noventa.

Háblame de las dificultades, de los obstáculos: ¿Con cuáles te encontraste, cuáles venciste y cuáles no?

El principal obstáculo fue trabajar solo, sin equipo logístico y con recursos muy limitados. Gracias al apoyo de todos los artistas presentes, las cosas fueron tomando cuerpo, en especial gracias a Santiago Torres y Rafael Serrano. Caracas Reset realmente fue un parto colectivo. Pero hay muchos detalles logísticos a mejorar. Otro obstáculo fue confrontarnos con una parte de nuestra comunidad que sólo apuesta por paralizarlo todo desde sus espacios de confort. También lidiar con conflictos internos de nuestra comunidad artística que todavía transita sobre los fantasmas de glorias modernas. Varios artistas se retiraron al saber que estaba Brillembourg, lamentablemente Ángela Bonadies estaba en esa lista.

¿Cómo dialoga Caracas Reset con el acontecer cultural de París?

Es complejo, París es una ciudad saturada de eventos. Hay que ser demasiado refinado o demasiado contemporáneo para captar la atención del gran público. La colonie es un lugar con una gran visibilidad y tiene una programación muy fuerte. El evento es una pieza más en la construcción de un gran discurso institucional.

En otro orden, el arte contemporáneo venezolano se ha vuelto indiscutiblemente político, nuestra estética habla desde el miedo, es sencilla, directa, precaria, a ratos atemporal, pero cargada de referentes históricos. El acto creativo para los artistas de un país en guerra es una vía de escape, son heridas sublimadas. En cambio, el acto creativo para un creador formado en París pasa por una sublimación estética o por reflexiones sobre el estado del arte.

¿Qué fue, a tu juicio, lo mejor de este evento?

Es un evento 100% independiente que permitió reencontrarnos para trabajar juntos y tener una visión más clara sobre la diáspora cultural de nuestro país. Otro fuerte es la carga política del evento, estamos generando una estrategia de visibilidad y resistencia desde un lugar abiertamente de izquierda y antisistema [La colonie]. Con una visión humanista y un lenguaje académico, estamos dejando en evidencia el fracaso del proyecto cultural “Revolucionario” y su disociación de la realidad cultural del país.

¿Habrá una segunda edición?

Quisiera. Pero antes de pensar en una segunda edición debo cerrar la primera, tratar de sacar una publicación y ordenar todo el material producido. Hay conferencias maravillosas en video y una visión del circuito local poco documentada. Luego, con buena previsión, será posible una segunda edición.

¿Qué lecciones de la primera nutrirán la próxima?

No puedo volver a lanzarme a una aventura como ésta sin un equipo grande que me acompañe desde el inicio. Patrocinadores más fuertes que puedan garantizar comodidad para todos los artistas. Involucrar más a la comunidad francesa para evitar que esto termine siendo el proyecto de un gueto latinoamericano. Generar más alianzas con los medios francófonos, contratar a alguien que se ocupe de los medios. Quizás apostar por un evento más abierto donde las obras dialoguen con el espacio seleccionado, eso nos permitirá involucrar a artistas menos políticos, en quienes también creo mucho.

La afluencia de Caracas Reset es uno de los mejores indicadores de la pertinencia de su continuación: 700 visitantes en tres días, en una de las ciudades con mayor oferta cultural del mundo. Si el camino del duelo a la victoria es aún muy largo y muy doloroso, es hora de empezar a tocarlo con la imaginación, quizás así logremos abrirlo.


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