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El actor Richard Madden protagoniza la serie como David Budd. Fotograma de "Bodyguard"

“Bodyguard”: la serie que mató a James Bond (análisis sin spoilers)

por Jován Pulgarín

27/11/2018

Han pasado tres años desde la última vez que vimos a James Bond evitar que el mundo colapsara. Y lo olvidamos. No podemos culpar a la audiencia. Spectre fue una de las peores entregas del espía, que ahora encarna Daniel Craig.

El problema con Bond es que desaparecieron los límites entre los buenos y los malos. Los enemigos de la libertad ya no llevan una cicatriz en la mejilla y acarician un gato. Los grandes dilemas morales se cuecen puertas adentro. Pensemos en Donald Trump, Recep Erdoğan o Nicolás Maduro, por ejemplo.

Los principios que rigieron a las democracias liberales se resquebrajaron, y como consecuencia nadie es completamente inocente o malvado. Este ya no es un mundo para Bond, es un mundo para David Budd, un Rambo hipster.

Budd (Richard Madden) es un veterano de guerra, contratado como guardaespaldas de la ministra del Interior, Julia Montague (Keely Hawes). Esta labor, que en principio parece sencilla para un hombre que salió vivo de Afganistán, se complica cuando avanza una polémica propuesta de la funcionaria para regular la libertad de los ciudadanos.

A diferencia de John J. Rambo (Sylvester Stallone), que sobrevivió a la guerra de Vietnam, Budd intenta adaptarse a la sociedad, a pesar de las secuelas que ha dejado la batalla. Sin embargo, al igual que su colega gringo, será víctima de un ambiente hostil que le obligará a retomar las tácticas militares.

Bond ya fue actualizado por Tom Cruise en Misión Imposible. El actor norteamericano prescindió del trabajo coral original para convertirse en el único líder capaz de garantizar el orden mundial. Bond también fue llevado al límite por Vin Diesel en la genial XXX. Incluso Kingsman redimensionó a Bond, con una precuela basada en el humor.

Pero hasta ahora, nadie había sido capaz de condensar las habilidades del personaje de Ian Fleming, retratar su vulnerabilidad (es machista, promiscuo, adicto al alcohol y a la violencia) y situarlo en una conspiración multilateral, gestionada desde el propio gobierno.

Bodyguard se apropia de manera muy inteligente del título que elevó a Kevin Costner y Whitney Houston como la mejor pareja interracial después de Seal y Hedi Klum, para desarrollar una historia sobre el ejercicio del poder y sus consecuencias.

Pero a diferencia del título de la película, no se trata simplemente de lo que puede hacer un salvador. Aquí las mujeres tienen un rol protagónico. Pueden ser villanas, controladoras, manipuladoras y sostén a la vez del protagonista. El juego de fichas es ingenioso y en eso se diferencia de otros productos que tratan a las mujeres como simple relleno.

Keeley Hawes interpreta a Julia Montague, ministra del Interior, del partido conservador. Fotograma de la serie Bodyguard

Realmente esta serie original de la BBC, y que Netflix tiene en su catálogo, toma prestados los elementos que hicieron famoso a John le Carré (Tinker Taylor Soldier Spy, The Spy Who Came in from the Cold) y los revuelve en un thriller que cumple al pelo con las características del género.

A diferencia de Fleming, Le Carré eliminó el glamour que rodeaba a los espías y los sumió en un mundo de alcohol y depresión. Sus personajes son víctimas de un sistema que está dispuesto a sacrificar a sus mejores hombres. Es probable que su experiencia en el servicio secreto británico (M16) le haya facilitado esta percepción.

Jed Mercurio, a quien le debemos la genial Line of Dutty, juega con el espectador y en solo seis capítulos desarrolla la trama, que brilla por las inteligentes salidas, algunas de ellas peleadas con la verosimilitud, pero conciliadas con el simple entretenimiento; finalmente lo que pedimos en una serie tan corta.

Sí, Mercurio nos manipula, pero lo justifica muy bien. El guion nos alienta a generar varias hipótesis sobre quién es quién en esta Inglaterra que está dispuesta a cercenar los derechos civiles en pro de la seguridad nacional.

Budd enfrenta dilemas como individuo, como padre de familia y como exveterano que luchó en contra de los regímenes totalitarios. Debe hacerlo desde sus traumas, desde el rechazo de su esposa y desde su deseo de autoagresión.

«El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente», dicen que dijo Lord Acton. Contra ese poder es que lucha Budd, pero también contra unos demonios que lo convierten en el Bond más humano y, por lo tanto creíble, que hemos visto hasta hoy.


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