Cesar Orozco photo copyright Michael G. Stewart 028
El pianista César Orozco. Fotografía de Michael G. Stewart

El cuatro venezolano y el jazz: un romance del siglo XXI

por Gerardo Guarache Ocque

15/02/2019

Comencemos por una trivia. Aparte de ser músicos nacidos en el siglo XX, ¿qué tienen en común el jazzista estadounidense Duke Ellington, el merenguero dominicano Juan Luis Guerra, el roquero británico Sting y el gaitero zuliano Rafael Rincón González? Que sus obras, las que un químico describiría como inmiscibles —que no se mezclan—, conviven armoniosamente en Stringwise, el álbum del cuatrista Jorge Glem y el pianista César Orozco.

Stringwise es un capítulo feliz de un romance del siglo XXI: el romance del cuatro venezolano y el jazz. El cumanés del C4 Trío y el cubano, viejos compañeros de ensayos y escenarios desde los tiempos de la joven Movida Acústica Urbana, se reencontraron en Nueva York y decidieron recrear en el estudio de grabación una dinámica que había probado su efectividad en directo. Cuatro y piano, piano y cuatro, nada más. Ni percusión ni bajo; mucho menos guitarras, cuerdas o vientos.

Portada del disco Stringwise

El viaje comienza con “TakeThe A Train”. Pero este tren no suena tanto al metro que inspiró a Billy Strayhorn camino a Harlem cuando escribió el arreglo para la orquesta de Duke Ellington en 1939. El de Glem y Orozco es uno de alta velocidad que sale de Manhattan hacia algún lugar indeterminado al sur de Nueva Orleans, con algo de gipsy jazz, algo burlesque, con guiños a Venezuela y a Cuba.

Lo mismo pasa con “Englishman in New York” de Sting, que comienza apegada al reggae del arreglo original y poco a poco se va desconectando, enrareciéndose entre el bebop y el Caribe. El interludio alucinante de swing que suena en el álbum Nothing Like the Sun (1987) del líder de The Police, donde grabó un solo memorable el saxofonista Branford Marsalis, le sirvió de excusa a Orozco y Glem para introducir un joropo jazzeado. Sí, un joropo jazzeado.

El cuatrista venezolano Jorge Glem. Fotografía de Andrés Marquina

Así transcurre la obra, atando falsos leitmotiv de las melodías originales que son apenas coartadas para un discurso mestizo propio. “Si tú no bailas conmigo”, original de Juan Luis Guerra, va del merengue dominicano al ritmo sincopado —“frenaíto”— del merengue caraqueño. “After The Love Has Gone”, un hit de Earth Wind & Fire que escribió David Foster con otros dos autores, comienza como balada y de pronto, sutilmente, termina convertido en onda nueva. Otras, como “Maracaibera”, de Rafael Rincón González, y el folclórico “Zumba que zumba” van en dirección contraria: se llevan la materia prima desde Venezuela y se impregnan de jazz y otras especies; se visten distinto como la gente cuando sale de viaje. Por ejemplo, el “Moliendo café” de Stringwise, que sirve de epílogo, es más tropical. Es como si el Zambo Manuel hubiese superado una pena de amor,una tristeza, y ahora, mientras pasa el resto de la noche moliendo, se bebe un ron y le encuentra la gracia a su propio despecho.

El código del jazz funciona como un umbral que les permite viajar de ida y vuelta entre dos mundos. Sólo así puede resultar homogénea semejante ensalada de canciones a la que cada uno sumó una propia rescatada de sus sendos primeros álbumes: Orozco trajo “Sueño perfecto”, dedicada a su esposa, de su Son con pajarillo (2007), y Glem desempolvó la apacible “Lesbia”, en honor a su señora madre, de Cuatro sentido (2005), el disco que editó por ser ganador del Festival La Siembra del Cuatro.

A todo lo anterior sumaron una rareza. Existe una canción del músico cubano Meme Solís que se llama “Ese hastío”. Es un bolero al que, por error, en un LP de Ray Barretto con Adalberto Santiago titulado Rican/Struction (1979) le pusieron “Piensa en mí”, como la popular composición de Agustín Lara. De esa, Glem y Orozco hacen una lectura taciturna con el cuatro sirviendo de percusión apoyando a un teclado Fender Rhodes. También, añadieron una composición recién horneada de Glem titulada “Merengue Today”, que estará incluida en otro formato en el álbum que C4 Trío está grabando —¡primicia!— con el salsero nicaragüense Luis Enrique.

Una extraña forma de comunicarse

El cuatro ha avanzado a ritmo vertiginoso en lo que va de siglo. De la escuela de los maestros que convirtieron al instrumento en más que un elemento de acompañamiento, digamos Freddy Reyna, Jacinto Pérez, Hernán Gamboa, Cheo Hurtado y otros, pasamos a la generación que entró por una puerta que abrió Rafael “Pollo” Brito. Como cuatrista, Brito fue un pionero en el aprovechamiento de las bondades rítmicas del cambur-pintón, que les enseñó a sus alumnos más ilustres, entre ellos los tres miembros de C4 Trío, incluido Glem, quizá el máximo representante de esta generación.

En tiempos recientes, la guitarrilla venezolana de cuatro cuerdas ha experimentado varias primeras veces. A comienzos de 2018, Pa’ Fuera, de Desorden Público y C4 Trío, se convirtió en el primer álbum basado en el instrumento nacional nominado a los Grammy anglosajones, los premios más publicitados de la industria musical, al menos en este hemisferio. En septiembre, Glem hizo un concierto a casa llena en el Colony Theatre de Miami con el saxofonista Paquito D’Rivera: primera vez que el cuatro juega un rol protagónico en un espectáculo en compañía de una figura de tal estatura en el latin jazz mundial. Y en noviembre, Miguel Siso, cuatrista guayanés que toca el primer cuatro triple de la historia, se convirtió en el primer venezolano en ganar el Latin Grammy en la categoría Mejor Álbum Instrumental.

El músico cubano César Orozco. Fotografía de Michael G. Stewart

Stringwise, una obra que se gestó entre el local Barbès de Brooklyn y la serie de recitales informales Guataca On The River, presentada por la plataforma de música venezolana a orillas del río Hudson durante 2018, suma otro hito a la lista: es el primer álbum grabado a dúo con cuatro venezolano y piano. Existen muchos de piano y guitarra, como las dos entregas de Spain de Michel Camilo y Tomatito y el Dúo de los brasileños César Camargo Mariano y Romero Lubambo. Pero de cuatro y piano, ninguno.

El formato supone un desafío extraordinario para los instrumentistas, pero Glem y Orozco tienen, no sólo la destreza para enfrentarlo, sino la posibilidad de entablar una conversación en varios dialectos. Se multiplican a tal punto que el dúo termina sonando como un trío o un cuarteto. El cuatrista no sólo hace de cuatrista; lo hace sonar como conga, como percusión de merengue o de bolero, como guitarra española y bandola. Al pianista, que generalmente aporta acordes con su mano izquierda, le corresponde hacer los bajos. Le toca poner ese ladrillo fundamental en la base de toda la estructura para que se sostenga.

Stringwise representa el reencuentro de dos amigos muy talentosos. Orozco recuerda que Glem lo impresionó desde la primera vez que lo vio tocar con Saúl Vera. Glem dice exactamente lo mismo de Orozco, un joven formado en la Escuela Nacional de Arte de La Habana, que había llegado a Venezuela en 1997 como violinista de la Orquesta de Carabobo y que luego comenzó a abrirse camino como pianista. Corría el año 2006 y se estaba gestando un movimiento de músicos venezolanos amantes de la raíz tradicional pero formados en academias y de una incurable melomanía. Nacía C4 Trío y también el proyecto de Orozco, Kamarata Jazz, en el que Glem fue cuatrista hasta que ambos emigraron a Estados Unidos, donde finalmente decidieron darle forma de álbum a su extraña forma de comunicarse.


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