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Sandra Bullock, Cate Blanchett, Rihanna, Mindy Kaling, Awkwafina, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway y Sarah Paulson en "Ocean's 8: Las estafadoras" Créditos: Barry Wetcher/Warner Bros.

Reseña: Las grandes estafadoras de ‘Ocean’s 8’

por Manohla Dargis

08/06/2018

La fiesta empieza temprano en Ocean’s 8: Las estafadoras, una película de aventuras y robos encabezada por mujeres. De hecho, está repleta de mujeres talentosas y hermosas haciendo de malhechoras; es la edición más reciente de una saga que alguna vez se trató de un ladrón extremadamente carismático, Danny Ocean (George Clooney) y su banda de cómplices carismáticos, casi todos hombres. Danny ya no figura y Sandra Bullock, quien interpreta a su hermana Debbie Ocean, es quien organiza con una amplia sonrisa su propia estafa, acompañada de una banda prototípica: la compinche, la hacker, la carterista y la distracción, interpretada por Anne Hathaway con chispa y un aprovechamiento exquisito de su tiempo.

Como cualquier secuela, es terreno conocido aunque distinto. Empieza prácticamente igual que La gran estafa (Ocean’s Eleven), la versión de 2001 dirigida por Steven Soderbergh. Debbie acaba de concluir su condena y sale de prisión ataviada con tacón alto, perfectamente maquillada y un peinado de aquellos que requieren decenas de estilistas. (Danny hizo lo mismo, en traje y sin tacón). Después de demostrar sus habilidades —toma “prestada” una valija y se las arregla para conseguir gratis una habitación en un hotel lujoso—, Debbie echa a andar la trama. Contacta a su mejor amiga, Lou (Cate Blanchett).

En esa versión de hace diecisiete años —que reinterpretó la de 1960 con Frank Sinatra y Dean Martin en Las Vegas— y en las secuelas, los encargados se tomaron la molestia de incluir a algunos personajes femeninos sustanciales. Esta nueva película le da un giro más pronunciado a ese cambio, con una banda que está compuesta solo por mujeres.

Muchas películas tienen elencos compuestos solo por hombres y muchos equipos en filmes sobre estafadores o misiones imposibles han tenido la misma composición. A veces las mujeres tienen algún papel (si tan solo en las fotografías que algún soldado lleva en su casco), pero muy frecuentemente están ausentes o son extremadamente secundarias. Cuando hay películas solo de mujeres, los hombres de cualquier manera tienen bastante presencia. Quizá es porque los hombres (y, en ocasiones, mujeres) que hacen estas películas no pueden imaginarse dejarlos fuera.

Esto sucede en Ocean’s 8, que tiene una trama secundaria muy molesta con un examante. Es innecesaria y, lo que es peor, le resta al trabajo de las mujeres, a su misión estelar. Parte del atractivo de las películas de la saga Ocean es que los personajes son muy buenos para hacer su trabajo; para robarte el reloj sin que lo notes, para vaciar alguna bóveda y para todas las demás fechorías irresistibles. Esta película, como las anteriores, mantiene ese ideal de que casi todo el público quiere ver un robo a gran escala. Pero las partes sobre el ex, aunque no duran tanto, significan que, incluso cuando las mujeres están organizando una estafa multimillonaria, estas tienen que pensar en sus problemas con los hombres, lo que es una lástima.

La mayoría de las estafas en la saga tienen que ver con casinos en Las Vegas; aquí el gran botín es un collar (parece casi candelabro) de Cartier que va a ser robado de una bóveda durante la gala del Met. Es por ello que los realizadores aprovechan para incluir tomas rápidas de Anna Wintour, la editora de Vogue que encabeza el evento, así como de grandes nombres (Serena Williams, Katie Holmes), y otras tomas muy enfocadas en los vestidos y las joyerías.

Es divertido verlo, sí, pero sería aún más divertido si la película aprovechara más a su género femenil como lo hace el género de aventuras.

Paulson, Bullock y Rihanna Créditos: Barry Wetcher/Warner Bros.

La película, dirigida por Gary Ross —quien también hizo el guion junto con Olivia Milch y cualquiera de los ayudantes no nombrados que intenta darle algo de verosimilitud a una película sobre estafas—, aún así es disfrutable. Aunque en algún momento entre la primera y la segunda hora es probable que desees que este filme lo hubiera dirigido también Soderbergh (ahora es productor). Más allá del reparto, la película se desenvuelve sin el mismo atractivo visual o energía que los episodios pasados. Uno de los placeres de ver un filme de Soderbergh es su compromiso con que la belleza sea por sí misma uno de los propósitos de la película. En este caso, todo ese peso recae en las actrices.

Bullock es encantadora y parece feliz de ser parte del filme pero, por alguna razón, no parece dominar por completo el papel de Debbie Ocean. Se supone que esta es sumamente afable y despreocupada, pero parte de lo que hace a Sandra Bullock ser Sandra Bullock es ver a sus personajes esforzarse, ya sea por alguna labor ardua o por el peso mismo de estar viva.

Blanchett, como la mano derecha, se mantiene alivianada; su personaje tiene suficiente aire de misterio como para cautivarte. El resto de las mujeres —Helena Bonham Carter, Sarah Paulson y Awkwafina— tienen sus momentos, aunque la película es prácticamente dominada por Sandra y por Cate, hasta que Hathaway aparece, con su sonrisota, y convierte al rol de la típica narcisista de Hollywood en un tratado sobre cómo la femineidad es una actuación. Seguramente, es algo con lo que todas las actrices de Ocean’s 8 están familiarizadas, aunque solo le toca a Hathaway sacarle un jugo divertidísimo y ligeramente político.

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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.


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