Apuntes sobre “El primero de su nombre” [un capítulo de #GameOfThrones]
por Ángel Alayón
“En política, no llegan los mejores sino los más ambiciosos”, dijo alguna vez James M. Buchanan, Premio Nobel de Economía y uno de los padres de la Teoría de la Elección Pública. La frase de Buchanan refleja una visión oscura sobre la naturaleza de quienes persiguen el poder, de aquellos que están dispuestos a participar en el juego de tronos.
El joven Tommen Baratheon es coronado en King’s Landing luego del asesinato de su hermano Joffrey. En plena ceremonia, una reflexiva Cersei le pregunta a la viuda Margaery Tyrell: “¿Cuál fue el último rey decente?”, una pregunta que atormenta a súbditos y ciudadanos de Westeros. Y que también debe atormentar a quienes estamos de este lado del mundo.
Otro economista, Alan Greenspan, un hombre que estuvo cerca del poder desde la Reserva Federal de los Estados Unidos, sugiere en su autobiografía —en tono irónico— que debería existir una ley que prohíba la participación en política a todo aquel que esté dispuesto a hacer lo que se necesita para llegar al máximo puesto del Poder. Es la presunción de que, en demasiadas ocasiones, quien quiere el poder no lo merece.
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Una crisis fiscal es capaz de derrumbar un reino. La incapacidad de pagar los compromisos adquiridos obliga a un aumento de los impuestos y la reducción de los gastos, decisiones que siempre comprometen la popularidad del Rey. Sin embargo, esta no es la principal preocupación de quienes sostienen el poder en medio de las crisis económicas, como explica Bueno de Mesquita:
«Aunque casi todos consideramos la quiebra de un Estado como una crisis financiera, si la contemplamos desde la perspectiva de la supervivencia política se hace evidente que en realidad equivale a una crisis política. Cuando la deuda supera la capacidad de pago, para un dirigente el problema no es tanto que haya que recortar buenas obras públicas, sino que el titular no disponga de los recursos necesarios para comprar la lealtad política de sus seguidores claves. Los malos tiempos económicos en una democracia significan poco dinero para financiar costosos proyectos pork barrel, concebidos para comprar la popularidad política. Para los cleptócratas, esto significa perderse grandes cantidades de dinero, y tal vez incluso ver que sus cuentas bancarias secretas menguan con la lealtad de sus mal pagados secuaces».
Las crisis económicas tienen la capacidad de hacer desaparecer a los aliados que necesitas para permanecer en el poder.
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La última vez que una mina bajo el control de los Lannisters produjo oro fue hace tres años. Twyn Lannister le confiesa a su hija que el reino está en quiebra. “Las guerras devoran oro como un pozo sin fondo”. El reino tiene una gran deuda con el Banco de Hierro de Braavos. Twyn también confiesa la ausencia de transparencia en el manejo de las finanzas en King’s Landing: “Todos vivimos bajo la sombra del Banco y pocos lo saben”.
Las deudas pueden cambiar la ecuación del poder en cualquier momento. El jefe del clan sabe que la situación financiera pone en riesgo el reinado de la familia: “Si le debes dinero [al Banco de Hierro] y no quieres desmoronarte, debes pagarle”. No es casualidad que se llame Banco de Hierro, el mismo material del que está hecho el trono que todos persiguen.
Las deudas siempre explican más de lo que parece.
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Cersei recuerda la muerte de su hijo y la muerte de la hermana del príncipe Oberyn Martell, a quien le pregunta, como si estuviera cuestionándose su propia vida: “¿De qué sirve el poder si no podemos proteger a quienes amamos?”.
Quizás la pregunta que se hacen la mayoría de los habitantes de King’s Landing sea la contraria, aunque esté bajo el mismo dolor: ¿cómo podemos proteger del Poder a quienes amamos?
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Este artículo fue publicado por primera vez en Prodavinci el 6 de mayo de 2014.
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Ángel Alayón es economista y director de Prodavinci. Puedes seguirlo en Twitter en @angelalayon
Ángel Alayón
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