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Fotograma de "Mother's Mercy" ("Misericordia"), episodio final de la quinta temporada

Apuntes sobre “Misericordia” [capítulo final de la quinta temporada de #GameOfThrones]

por Ángel Alayón

15/12/2018

1

La mayoría de las muertes, si no todas, en algún grado son un suicidio. Es un planteamiento del Premio Nobel de Economía Gary Becker, quien nos recuerda que la extensión de la vida no es lo único que determina nuestra conducta. Estamos dispuestos a asumir riesgos y sus consecuencias. Estamos dispuestos a tomar decisiones a costa de los años que podemos vivir.

Pero algunas muertes se parecen más al suicidio que otras. Stannis decidió ir a Winterfell con un ejército diezmado, sin caballos, sin buenos augurios y con la pesada carga del asesinato de su hija y el ahorcamiento de su esposa Selyse.

Su motivación no fue la valentía (que requiere del miedo) ni la creencia en un destino (que requiere de la fe). La única fuerza que movía a Stannis era el odio hacia sí mismo: el último destino para quienes saben que se han traicionado.

Stannis apenas sobrevivió a la derrota que le infligieron los Bolton. Deambula malherido por el bosque hasta encontrarse con Brienne de Tarth, quien va a vengar la muerte de Renly Baratheon, su amigo y protector, blandiendo la espada Oathkeeper sobre un Stannis resignado que aspira a morir como la única forma que tiene de alcanzar el olvido.

2

Tyrion Lannister está encargado de gobernar a Mereen, una ciudad llena de conspiradores dispuestos a matar. Una ciudad donde se respira el resentimiento de las utopías fracasadas. Afortunadamente para el nuevo gobernante, Lord Varys, La Araña, reaparece con su capacidad de pensamiento estratégico.

El sagaz Tyrion no pierde tiempo y le pregunta: “¿Qué me aconsejas?” y Lord Varys le receta una dosis de Maquiavelo for dummies que le viene bien aprender a cualquiera que aspire a gobernar:

“La información es la clave. Debes saber cuáles son los puntos fuertes de tus enemigos y cuáles son sus estrategias. Debes aprender a distinguir entre tus amigos y los que no lo son”.

Si conocerse a uno mismo es la base de la sabiduría, conocer al enemigo es el principio de la estrategia.

3

Cuando quienes se creen puros tienen el poder, todos sufren. Las autoproclamas de superioridad siempre terminan en el dolor de alguien y, no en pocas ocasiones, en la muerte.

Cersei armó a quienes ahora la desnudan y la hacen recorrer la ciudad recibiendo insultos y escupitajos. La Reina Madre juntó la fe con las armas, una receta para la autodestrucción.

A pesar de que Cersei ha hecho mucho daño, el proceso de expiación al que ha sido sometida genera compasión, al menos en los televidentes.

Una cosa es la justicia y otra el trato degradante hacia un ser humano.

Alguien puede ser culpable, pero una condena no implica degradar, abusar ni torturar. Cuando eso sucede, deja de haber justicia.

Es una idea que no ha sido fácil aprender, pero cuyo respeto es la base de eso que llamamos civilización: la Justicia, cuando es Justicia, no deshumaniza.

4

Jon Snow intentó salvar al mundo, pero no pudo salvarse a sí mismo.

Él sabía que los White Walkers eran un enemigo formidable capaz de acabar con toda la humanidad, pero no previó que el resentimiento de sus subordinados podía acabar con él mucho antes de la gran batalla.

El liderazgo implica poder manejar a los inconformes, a quienes no están de acuerdo con tus decisiones.

Quizás miles de años de matanzas entre los guardianes de El Muro y los salvajes fueron una herencia insalvable. Quizás Snow no supo amarrar las alianzas necesarias en un ambiente tan inestable y de decisiones arriesgadas. Quizás no comprendió las motivaciones últimas de quienes estaban a su alrededor. Quizás se confió, como se confían aquellos que creen hacer lo correcto. Quizás no recordó que todo muro es la confesión de un miedo y que el miedo también puede matar.

Quizás olvidó que sólo apuñala quien está cerca. Y quienes están más cerca siempre son los tuyos.

*

A MANERA DE DESPEDIDA

Snow era un favorito en el Juego de Tronos. Ya circulan varias teorías sobre cómo pudiera resucitar: que si Melisandre utilizará sus poderes, que si Bran lo reencarnará y otras especulaciones que se aferran a cualquier detalle que pueda brindar una esperanza. La popularidad de estas teorías sólo nos recuerda que muchos estamos condicionados a buscar (a esperar) un final feliz.

A veces necesitamos que los buenos ganen, al menos en el terreno donde pueden hacerlo. A veces queremos que los héroes eviten la contracara de su heroicidad: la tragedia. A veces deseamos que el mundo tenga un sentido moral ante nuestros ojos.

Juego de Tronos no ha sido complaciente y ya varias veces ha puesto a los buenos a perder, para siempre, causando desolación. Una desolación que debe respetarse: que nadie les quite el derecho a la tristeza.

Queda de parte del lector escoger para qué le sirve ese mundo creado por George R.R. Martin. Hay quienes lo utilizan como un espejo y ahí pretenden ver la realidad. Otros lo miran como un mecanismo de alivio por contraste. Algunos dirán que es puro entretenimiento, olvidando que la ficción nunca es neutral, por más que lo parezca.

Hasta aquí he llegado yo.

Valar morghulis. Valar Doaheris.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Prodavinci el 16 de junio de 2015.

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Ángel Alayón es economista y director de Prodavinci. Puedes seguirlo en Twitter en @angelalayon


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